Una mujer ha cumplido una condena por una situación considerada (de manera compartida) escandalosa. El film juega en un principio a escatimar datos, el ocultamiento es modo de construcción. La información va surgiendo de a poco, a cuenta gotas.
En el momento en el que la historia se inicia, una actriz se acerca a esta mujer a la que convertirá en un personaje de película. Quiere conocerla, conocer su entorno, recuperar sus razones- según ella para llevar a cabo una película más interesante, para reconstruir la “verdad”.- Como todos sabemos esa verdad no existe. Lo único que hay es puntos de vista.
Secretos de un escándalo pone tan en primer plano esa idea de la perspectiva que lo señala de una manera muy particular: desplazando ciertos lenguajes en relación con el género, el más evidente, la música.
La banda sonora de una película es un elemento central y convencional en relación con su género: el terror, el suspenso se inscriben de manera evidente a través suyo. Aquí la música está desplazada. Podría decirse que no hay correspondencia con lo visual, ni con lo que se tematiza. Una especie de relación meta. No es ilógico; parte de lo que se relata es el modo en el que alguien que actúa construye un personaje, qué decide contar, qué posición toma…
Como la película tiene algún punto de referencia “real” (tomemos el término sin la discusión que correspondería) lo que se observa con claridad es justamente la decisión de perspectiva, la toma de postura, en todos los sentidos posibles, el moral incluido.
Con mucha inteligencia van sembrando indicios de la óptica con la que se observan los acontecimientos. Y sucede algo muy interesante: ninguno de los personajes que asume la enunciación es capaz de darle al espectador algún tipo de garantía. Navegamos en la incertidumbre de los puntos de vista. Oscilamos entre uno y otro. Al final, tendremos alguna certeza pero, probablemente, no es la que estábamos buscando.
Es posible eludir la historia, casi tomarla como excusa para reflexionar cómo lo que se cree saber o comprender es apenas una parte de la totalidad. Y fundamentalmente para especular sobre los modos posibles de la representación que de inocentes no tienen nada.
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