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Festival de Teatro de Rafaela 2025. 20 años. Por Mónica Berman

  • Foto del escritor: Escénicas Fsoc
    Escénicas Fsoc
  • 24 jul
  • 12 Min. de lectura
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“No paramos de festivalear” qué hermoso este lema que albergó los días del FTR 2025 pero también todo el tiempo previo de preparación que, intuyo, han sido felices pero trabajosos.

Un festival como este no se hace sin compromiso, sin ocuparse en cuerpo, cabeza y corazón

20 años es una cifra de tiempo: de acuerdo con el objeto sobre el que uno se expida puede indicar una duración breve o una extensa. Para un acontecimiento escénico en la Argentina no es una medida de tiempo, es casi un prodigio.

La apertura fue una fiesta, literal, una de esas donde se pone música, se baila, uno se encuentra con otros, pero como además es una fiesta del teatro había unos hermosos artistas rosarinos (del colectivo El Cirk Circ) y artistas locales desplegando juegos cirqueros y contagiando sonrisas y asombros entre la multitud. Porque sí, éramos una multitud. Que la fiesta se asumió como propia puede argumentarse con la siguiente situación: un grupito de adolescentes armando trencito para desplazarse festivamente por la plaza y la calle engalanada.

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La primera obra fue Fulanos, alguien, algunos, nadie, ninguno.

Primer dato. un teatro detonado de público. Me corrijo para ser precisa, el primero. Porque todas las funciones que habitaremos en estos días tendrán el mismo rasgo.

¿Alguien imaginó, alguna vez, que se podía dormir en una escalera, o que se podía caminar por la vida con los ojos cerrados, o que los libros cuando se abren propagan una mágica luz en dirección al que lo lee?

Fulanos… la propuesta de Gerardo Hochman, con coreografía de Teresa Duggan, nos muestra que nada de lo imaginado parece ser imposible.

El recorrido que el grupo hace por el escenario conlleva dos grandes transformaciones, la de los objetos y la de los cuerpos.

Las escaleras de diferentes tamaños pueblan el escenario de mutaciones impensables: pueden ser hamaca, vallas, balcones, barco, siendo y dejando de ser escalera.

Un sombrero puede inventarse vida y oscilar de mano en mano, de la cabeza a los pies. Un libro (libros que se multiplican) puede iluminar a sus portadores y hacerlos desplazar por la escena como viajeros maravillados.

¿Y qué decir de los cuerpos? Fulanos aparece como el inventario de las posibilidades, de las habilidades, de las fronteras, cruzadas, de lo posible.

Hay pequeñas secuencias, fragmentos de historias, un humor delicioso.

Cada pieza está cuidadosamente en su lugar, y se la ve, porque el diseño de luces hace el resto, para que este espectáculo deje a cada espectador con la sensación de haber percibido los rasgos humanos de la perfección.  

 La primera obra se inscribe cronológicamente pero acá abandono la cronología.

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El FTR 2025 se articula en líneas diversas, algunas se cruzan y otras permanecen de manera paralela: la curaduría, los talleres, el documental sobre los 20 años del festi, los laboratorios (cruce, proceso, curaduría, expectación), las rondas devolución, el museo Aero Solar. También están previstos los intercambios, los diálogos, las sonrisas, el cansancio, los desayunos, los aplausos, las credenciales con los nombres e infinidad de detalles que constituyen una totalidad inabarcable para una sola mirada. Está lo que pude ver y lo que puedo intuir.

¿Por dónde empezar? Decido empezar por el Museo Aero Solar Rafaela. Nos dicen que es el más grande del país. Lo espiamos por fuera en la fiesta de apertura. Pero mirarlo de cerca y ver sus detalles (incluidos los ventiladores que lo sostienen y determinan su volumen) eso ya es otra cosa. Tomó forma en torno a la recolección y reutilización de bolsas plásticas que devienen escultura con intervenciones: dibujos, escrituras, nombres propios…Entrar en el Museo Aero Solar es ingresar en un mundo significante construido por una comunidad entramada. Asombra la altura, estar dentro de una construcción colectiva y sustentable. Los reflectores que iluminan desde afuera habilitan imágenes increíbles.

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Hace cinco años que el FTR organiza laboratorios para su comunidad teatral. Y podría decir que este año se sumó una sorpresa con nombre de obra a la que haré mención en un ratito.

 

Caza de pájaros dirigido por Toto Castiñeiras. Elementos que se reconocen, palabras que unen la cosa con el objeto, datos para anclar en algún tipo de universo. Pero eso no da cuenta de lo que pasa en escena. Allí cuerpos, voces, desplazamientos, objetos, todo eso se pone sucesivamente en primer plano, repeticiones, un estado aparente de desorden, de confusión entre actos que se repiten. Una oficina parece ser el centro de la escena, pero es y no es oficina. Hay objetos que sobran para serlo. Y objetos que faltan. Armar escena con entramados de locaciones: los pájaros son de Rafaela, pero los edificios no parecen serlo. Un mundo de ficción que es pura energía y movimiento vital. Con apariencia de caos, un orden particular.

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Todo lo que está a mi lado de Fernando Rubio. Se ubican las camas en distintos sitios de Rafaela, sin duda, cada uno tiene su impronta poética. Me toca un día de sol, el cielo se vislumbra hermoso. Hice la experiencia en otro sitio, busco la escritura y descubro que pasaron diez años. Para alguien que ve mucho teatro es mucho tiempo. Sin embargo, recuerdo al pie de la memoria esa experiencia. Y la repito ahora con una actriz rafaelina de la que no conozco el nombre.

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La respuesta idea y dirección de Consuelo Iturraspe, con la asistencia de dirección de Luisina Valenti reza en el programa “Epistolario colectivo (…) explora la tradición epistolar como herramienta poética, gesto dramático y territorio fértil para la creación escénica. La búsqueda dramatúrgica está orientada a la construcción de voces, tensiones, tiempos, intimidad (…)” un taller de dramaturgia devenido lectura performática. El planteo bajtiniano de la heteroglosia, es decir, la existencia de múltiples voces o discursos dentro de un mismo texto porque ¿qué es una respuesta sino una retoma de la palabra del otro, una discusión, un acuerdo, un refuerzo, una concesión? Responder es hacer algo con la palabra del otro. En esta propuesta era un punto imaginario de partida. Pero en la escena, las palabras se multiplicaron, se hicieron coro, se construyeron en intervenciones sucesivas.


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En peligro de Max Suen. Un laboratorio con los más jóvenes que se interrogan públicamente sobre qué es lo que los pone en peligro. Aparece por ahí una consigna “Exponerse siempre es un acto peligroso” ¿Cuáles son los bordes de la exposición? ¿hasta dónde me habilito para dejar entrar el riesgo? ¿cómo lo conjuro? ¿cuándo las máscaras me ocultan y cuándo me delatan? ¿Cómo se leen esas máscaras en estos tiempos?

Un número de jóvenes arriesgándose a ser frente a otros. No sabemos qué es del orden de lo real, no sabemos qué es del orden de la ficción. Sí sabemos que nos podemos conmover, que podemos percibir su energía y que podemos compartir sus manifestaciones.

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Rentera o la primera cena de Nicolás Manutti es una propuesta rafaelina que nos dejó, además de la ficción, un mensaje: “Yo soy un hijo de estos laboratorios” cuenta en una de las rondas de devolución, en donde señala que estuvo en el laboratorio que llevó adelante Jorge Eiro. La propuesta escénica desde una estética de realismo sucio, con relato (con cuentito como diría Mauricio Kartun) organiza de modo inteligente su narrativa, sus personajes-muy bien delineados- el espacio escénico que construye y tiene vuelta de tuerca, así que es mejor no revelar demasiado… porque sigue esperando espectadores.


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Las propuestas para toda la familia se inscribieron en plazas, escuelas y en el enorme Cine teatro Municipal Manuel Belgrano.

Dos propuestas circenses: Media vuelta, cambia, gira y sorprende a cargo de Cirkuelgue vista en una plaza que se fue poblando de manera increíble (qué hermoso responde el público de Rafaela) se recuesta en las habilidades físicas, en los trucos cirqueros y en la sorpresa frente a lo que se puede hacer cuando se está bien entrenado. Acrobacias en juego, Una nueva aventura por el Circo Caravan: la vimos en una escuela, con todo lo que eso implica para una propuesta con una estructura que habilita el llamado callejero; resolvieron muy bien el espacio, fueron hábiles y divertidos, sólidos en lo circense y con variedad de acrobacias para sorprender a los espectadores. Pero además sumaron el humor y la participación de manera cuidada, fundamental en estas instancias.

En el cine teatro se presentaron: Belgrano hace bandera y le sale de primera la hermosa obra de Adela Basch por el Grupo Teatro Tambor, con actualizaciones escénicas para permitir mejor el vínculo con las infancias (y las adulteces) que pueden disfrutar de nuestra historia (y de una mirada crítica) a nuestro presente, con música, buen desempeño actoral, una decisión a todo juego para decir cosas que son muy serias.

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El zorro, el labrador y el buen hombre de Pablo Gorlero también se presentó en la misma sala.

Somos testigos de los días del hombre y su perro, probablemente iguales, con los ritos aprendidos y acumulados. Hasta que un día un zorro se inscribe en su vida cotidiana. El zorro va y vuelve, articula vínculos de otra índole.  Seremos testigos también de la lealtad infinita entre las especies, cada una en su medida y a su manera.

La música columna vertebral del relato articula de manera armoniosa ese mundo construido a partir de la belleza. Y digámoslo, sin pudores de la bondad en su estado más puro. 

El Zorro, el labrador y el buen hombre es una propuesta para toda la familia, cada franja etaria puede leer/disfrutar cosas diferentes. Pero hay un lugar de lectura común: la asimilación entre lo bello y lo leal puesto en primer plano. 

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Pero no son los únicos títeres los que aparecen. Hay dos muestras más del lenguaje, bien diversas: una de lambe lambe y otra de títeres y objetos para adultos.

La primera, El niño fantasma, de Pablo Aguiar es una caja que nos recibe con un personaje que recoge historias y las guarda para que sean contadas. Cuando se abre la mirilla, una plaza nos muestra varios planos: un farol encendido, un banco de plaza, un sube y baja. ¿Cómo armar una historia en unos poquísimos minutos? Con marionetas miniatura, sin palabras y con música, somos testigos del niño fantasma con una lucecita a la altura del pecho. Él parece invisible para todos los adultos que se instalan en la plaza (los que espiamos sí que lo vemos). Una niña, en cambio, no bien llega lo descubre y se pone a jugar con él. En capas significantes, las lecturas pueden pasar de lo particular a lo general, del niño a la infancia y dejar reflexiones y conmociones de acuerdo con la situación de lo quien mira.

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Flota, Rapsodia santafesina de la Compañía Hasta las Manos y dirección de Javier Swedzky es una propuesta de títeres y objetos que tematiza la inundación que tuvo lugar en la provincia de Santa Fe en 2003. El lenguaje y los recursos que se ponen en juego se muestran como irremplazables. ¿Cómo contar lo que no puede contarse? Lo que está hecho girones en el agua y cuando el agua baja. Cómo se cruza la ficción, con los testimonios, los objetos del rescate, las denuncias, las pérdidas, sin abandonar lo lúdico, lo irónico e incluso el humor.

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Si la referencia es a lo real, ¿cuántos son los modos posibles de la escena? Puede por ejemplo tratarse de una biografía ficcionada como Patti Smith de Patricio Abadi que articula personajes, sitios geográficos referenciales, acontecimientos reales con una serie discursiva que evoca un amor antiguo y una amistad que permanece incluso más allá de la muerte. Un velorio performático a la altura de la vida que tematiza. Una actriz a la que es difícil dejar de observar ni por un momento.


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Mensajes a pobladores rurales de Ana Laura Suárez Cassino también toma como punto de partida (o de llegada) los servicios de mensajes radiales que se escuchan en aquellos sitios en los que no llega la señal de teléfono. Armada a partir de mensajes efectivamente producidos, con una combinación entre la conferencia performática y la ficción que tiende a buscar la poesía, nos hace entrar en un universo bello y conmovedor.  De acuerdo con la experiencia personal será un recuerdo o una sorpresa.

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Seré de Lautaro Delgado Tymruk y Sofía Brito está construida bella y dolorosamente sobre acontecimientos reales. Lo que se pone en escena no es ficción. Corrijo, no es ficción el discurso verbal y algunas otras cosas. Difícil plantear estas cuestiones cuando lo que se tematiza es del orden de lo real y además toca nuestra historia/memoria colectiva.

 Seré es una puesta que parece quebrar los verosímiles por todos los lugares posibles.

 

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Ha muerto un puto de Gustavo Tarrío construye su propuesta sobre un real: Carlos Correas. Sin embargo, la puesta se tensa entre lo referencial y la ficción, la construcción triple del personaje/persona, la miniaturización de ciertos elementos escenográficos, la música, los textos a los que se elige poner voz y cuerpo (y sin duda, los que no entran), los documentos visuales, el habitar una escena para inscribir todos los silencios impuestos.

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También se construyen puestas jugando con intertextos, como Las Moiras de Tamara Tenembaum dirigida por Mariana Chaud (es decir, el destino desde la perspectiva de los griegos, que tan bien sintetiza esa profesora -Analía Couceyro- que hace estallar a la platea de La máscara en carcajadas. Las referencias a otra obra de teatro, que busca reconstruirse, que funciona como garantía de explicación para los acontecimientos a los que se enfrentan: el personaje, el hecho, la conclusión, todo parece poder buscarse en “esa obra que vi alguna vez”. La obra se convierte, al menos en esta función, es un mar de risas.

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Cae la noche tropical, el clásico de Manuel Puig, tiene su transposición escénica. Con reposición de dirección a cargo de Leonor Manso, las dos hermanas ancianas que -respetando a Puig- son capaces de hacer un mundo con un grano de arena logran enredarnos en su tela de palabras y dejarnos entramados en su discurso cotidiano. Con humor sutil, con ternura, con una inefable humanidad, entramos en sus vidas y en la de la vecina.

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¿Teatro lúdico? De ese jugado hasta el fondo, también hubo. Una versión ¿libre? ¿atada? en vínculo flexible con Chejov, Las tres hermanas de David Piccotto es un muestrario de todo lo que se puede hacer en un escenario cuando se trabaja con talento, imaginación, técnica perfecta

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Amanuenses de Constanza Feldman, teatro físico, conceptual, de relojería… con el que se puede reír, pensar, disfrutar. Una máquina que no produce o que destruye lo que produjo. Cuerpos, materia en primer plano. Sorpresa, disparate, belleza en los movimientos.

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Muerde de Francisco Lumerman tuvo su lugar en el enorme teatro Lasserre, como corresponde, colmado de espectadores. Luciano Cáceres ocupó con creces el escenario. ¿Quién es ese personaje? Ese que habla de abandono, de violencia, que habita un taller en soledad, que es rechazado, que tiene hábitos primitivos. Que, sin embargo, logra conmover, que nos ubica como espectadores en un sitio incómodo e inestable porque no sabemos en qué lugar ponernos. Las palabras que no salen, que se traban, que cuentan a medias La boca que produce un sonido gutural… Entender no es posible, nada garantiza una lectura unívoca y, a pesar de todo, ahí estamos compartiendo ese puro presente que nos proponen desde el escenario.

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Una canción para siempre de Gustavo Mondino nos presenta un grupo de amigos, que vuelven a juntarse con el deseo de retomar una banda del pasado. El deseo, la nostalgia, las reflexiones sobre las masculinidades contemporáneas, lo que se puede hacer, lo que se puede decir y todo lo que no. ¿Alguien es más amigo porque se entera primero de algo? La información que se distribuye, las varas para medir amistades y cercanías, el micrófono para revelar lo que podía presumirse como algo del orden de lo íntimo. ¿Qué es lo que quedará después? ¿Cuándo el grupo esté incompleto? ¿cómo se construirán los recuerdos cuando la distancia temporal vaya poniendo filtros? Tal vez, solo quede el recuerdo de la música de Fondo blanco.

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Ante de Ivor Martinic dirigida por Guillermo Cacace en manos de la Compañía de Teatro Casero nos sienta a una mesa sobre la que se posan las heridas, las esperanzas, la torta de cumpleaños, las tizas de colores, las enamoradas sin suerte. Alguna vez escribí, luego me senté a esa mesa, luego miré desde afuera. Siempre la experiencia fue bella y conmovedora.

 

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La foto no corresponde a la función del FTR.

 

Dentro de Melisa Zulberti (para seguir con las preposiciones como bromeó alguien en el FTR)

¿cómo contar el asombro? ¿cómo ponerle palabras a una propuesta sin palabras? Pero no sin sonido. Una estructura inflable, inflada como si estuviera al límite del aire que puede portar. En ella unos performers ¿bailan, se mueven, se sacuden, se vinculan, se separan? Todo eso y mucho más. Construyen una lógica de movimiento y de desplazamiento que se modifica no por voluntad propia sino por una conexión alucinante con quien compone música en vivo (y fuera de la estructura). La pregunta que me hago es ¿y después qué? El encierro obtura un tiempo extendido. La respuesta llega. Todos menos una persona, saldrán de la estructura. Salen y cierran. Observamos el lugar de entrada de aire porque se ha colado humo por ahí. Se plantean unos juegos con un doble detrás: las dos caras de la estructura más la iluminación-lenguaje nos permiten acceder a las figuras traslúcidas de los performers que abandonaron la cápsula. Somos testigos de la salida absoluta, una salida a la extraescena.

La persona que queda sigue en una búsqueda frenética de la energía inagotable.

Una reflexión sobre el tiempo: nada hay que indique el final, no hay signos que organicen la jerarquía de ningún acontecimiento. Alguien entra en la sala y se vincula con quien está dentro a través del plástico. Luego el aire que sostiene la estructura empieza a huir. El espacio se reduce. Puro lenguaje. Múltiples lecturas.

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La última entrada de esta nota tiene que ver con las franjas etarias. Por distintas razones:

La guarida de los sentidos es una propuesta inmersiva para bebés. Construida remedando un ecosistema se plantea como un paseo libre y seguro. Las texturas, las luces suaves, los colores suaves. Estar descalzo por superficies que hacen cosquillas en los pies, asomarse en pequeñas cuevitas -escondites, estar, desplazarse, mirar a los intérpretes con gestos sorprendidos, todo eso provocan el Petit & Imaginart y FAER.

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Los bienes visibles de Juan Pablo Gómez tematiza la vejez. Al menos, algunos rasgos. ¿Cómo poner en escena los tramos finales de la vida? Que no son solamente las marcas físicas o mentales (la dificultad para moverse o los problemas de memoria). Son también la historia -en este caso familiar- acumulada. Son los años que se ejercieron sobre los otros, los descuidos o los cuidados. Entonces la vejez, aquí, es el tiempo amontonado y la instancia de un catálogo de acciones. ¿Cómo ponerlo en escena para eludir el panfleto y el golpe bajo? ¿Cómo representar algo que no puede constituirse en ordenado y prolijo? La escena se construye en el vínculo azaroso con los espectadores, distribuidos de manera no tradicional, nadie puede ver la totalidad de lo que sucede. Vemos fragmentos. Las voces, los sonidos, la música, nos sorprenden desde distintos ángulos. Puedo contar lo que se narra pero no sé si vale la pena. Me gusta la inteligencia del modo de contarlo, la capacidad de ubicarnos de espaldas frente a ciertos acontecimientos, la incertidumbre de lo que va a venir o la expectativa quebrada.

 Yo llegué hasta acá... el Festival seguía un rato más...

Hasta la próxima, hermoso FTR que sos resistencia, abrigo, abrazo en estos tiempos.

 
 
 

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