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La lechera. Por Natasha Salvador


Bruno Aguirre Barbieri como Sabino, y Martín Moreno como Nolasco


Esta puesta de La Lechera es un trabajo salido de un taller informal de teatro, pero si no te lo contara, no te darías cuenta.

La obra de Carlos Correa presenta a dos gauchos machos, Sabino y Nolasco, atrapados en un enfrentamiento sobre la pertenencia de la vaca. Están obligados a repetir, una y otra vez, peleas físicas y argumentos misóginos, mostrando la construcción de un mito del gaucho viril, macho, y machista. Pero personajes obligados a la repetición son necesariamente personajes que desean romperla, que la pelean y la estiran, se escurren y se cansan; y aunque no logren romperla, a través de las grietas nos permiten vislumbrar otra realidad posible, más vulnerable. La construcción de estos momentos en la puesta de La Formación Teatro es sutil, progresiva y una delicia de ver.

Nos recibe en la sala con el acompañamiento musical que va a estar presente toda la puesta, estableciendo el tono de la ritual pelea entre Sabino y Nolasco, interpretados por Martín Moreno y Bruno Aguerre Barbieri respectivamente, y cambiándolo para las escenas del pajarito, interpretado por Malena Costa Catttaneo, personaje que pertenece a otro universo. El músico, Mateo García, está siempre en escena, y acompaña las escenas con efectos de sonido perfectamente sincronizados. La sonorización es tan fluida con la acción en escena, a veces da la impresión de estar viendo un video, donde el sonido puede ser editado en el momento exacto.

La escenografía es simple, dos telas y un marco de ventana hacen la casa del rancho de Sabino, en el cual los personajes pueden ingresar y dos asientos y un alambrado marcan los límites del ruedo donde se enfrentarán los gauchos. No hace falta más: el campo lo completan los gauchos.


El contraste entre los gauchos y el pajarito está marcado por todos los lenguajes de la obra: la música, como recién mencionamos, los vestuarios gauchos, rotos y sucios de ellos, pero el impoluto de el pájaro, su voz, que casi trina los textos con un cantar muy suave, mientras ellos gruñen, la calidad corporal con la que se mueve este pajarito, ligero y bailarín, en comparación con la interpretación grotesca, pesada, de los rudos gauchos.

Y sobre esta última me quiero detener, ya que es uno de los puntos sobresalientes de la obra, el trabajo corporal. Ésta se presenta en principio como una comedia, aunque particular. Requiere de paciencia para entender por dónde la encara, pero prontamente te invita a entrar a su universo, y una vez que lo logra, te arranca risa tras risa. Lo cómico se construye más que nada a partir del trabajo corporal de los gauchos, que no solo mantienen el código grotesco con naturalidad, si no también construyen escenas de peleas de cuchillos y látigos enteras en la imaginación del público usando solo su cuerpo, escenas con tintes a veces vívidamente caricaturescas, a veces épicamente cinematográficas.

Esta dimensión de la obra solo se puede acceder si uno está dispuesto a tomarse el trabajo del espectador (entrar en la poética de la obra que tiene enfrente suyo, y completarla con su imaginación) en serio, y en esta obra, eso lo consigue cuando no se lo toma todo tan en serio.

Ficha técnica:

Autor: Carlos Correa. Coordinación: Rubén Fernandez. Intérpretes: Malena Costa

Cattaneo, Martín Moreno, Bruno Aguerre Barbieri. Música: Mateo Gracía. Escenografía:

Andreina Poli, Manuel Fernandez Tomic. Vestuario: Lili D’urzo, Walter Ojeda.


Este texto fue producido en el marco de la materia Crítica de las Artes Escénicas. UNRN. Sede Andina. 2023

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