La soledad y el miedo que conllevan quedan vívidos tras la experiencia de
Caranchos, obra patagónica del grupo teatral Con Marca Andina.
El espectador ingresa a la sala y se sumerge al instante en ese viento árido que
caracteriza a la estepa del sur de nuestro país, mediante el sonido de los vestuarios de
los protagonistas, que se mecen pendulantemente por el aire, rítmicamente, en medio de
penumbras. El lugar de abandono en medio de un terreno llano e inhóspito es palpable.
El bombo ejecutado por uno de los actores, que además de señalar ese desierto árido y
desprotegido, hace que la soledad retumbe en los oídos, al escuchar con claridad cada
golpeteo sobre la membrana del mentado instrumento.
A punto de amalgamarse con el paisaje, la música ejecutada desde el propio
escenario da por momentos unas tonaditas de humor que hace que la escena presentada
parezca cómica, aunque el contexto en el cual están enmarcados los personajes es
desolador. La angustia es expresamente dicha a través de las voces cantadas de los
artistas, lastimeras, sollozantes. El abandono en el lugar inhóspito es claramente captado
por el espectador por las voces de vocales alargadas por momentos, cuando los cuerpos
danzan como al compás del viento, es decir, en una especie de remolino mezclado con
arena y el viento seco, asfixiante.
Los sonidos abstractos que brinda la guitarra eléctrica marcan con precisión la
llegada de los caranchos, viéndolos tras este acto y del juego de luces claramente
sobrevolar por el cielo. El terror de los abandonados allí es compartido por la audiencia,
ya que estas aves rapaces ocultan el sol y van de aquí para allí, atentos a la próxima
comida que cada vez parece más cercana en el tiempo.
Las transiciones se dan ora con los cambios rítmicos de la guitarra eléctrica, ora
con el cambio melódico de las voces de los artistas, y atraviesan al espectador por
diferentes estados anímicos, pero en el mismo paisaje, en el de la desolación.
Una obra apta para todo público, debido a que está llena de imágenes poéticas de
gran belleza, gracias a las voces, los cuerpos de los artistas, y al estilo de manejo de las
luces y sonidos. Una obra que dependiendo de la edad del espectador, lo arma con
distintas herramientas para afrontar a aquello que considera desierto.
Ficha técnica.
Actúan: Cristian de Campo Morais, Gabriel Azzi, Virginia Bernasconi
Asistencia escénica: Lila Cuccurullo
Diseño y operación lumínica: Braian Mustafá, Martín Herczog
Vestuarios: María Laura Toledo
Asesoramiento musical: Anahí del Valle Pereyra
Este texto fue producido en el marco de la materia Crítica de las artes escénicas. UNRN. Sede Andina 2023.
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