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Crónica subjetiva del Festival Internacional de Buenos Aires modo pandémico




Descubrí el teatro de grande. Cuando era chica no iba a ver obras de Midón, cuando me mudé a capital para estudiar pensaba que el teatro era calle Corrientes, lo más cerca que había estado del teatro era con libros que leía en el colegio. A los 16 años ya sabía que mi obra preferida era Macbeth y que me gustaban las obras de Arthur Miller y Tennessee Williams, pero eso era todo. Nunca había escuchado hablar de Barletta, no sabía que existía el teatro comunitario y elegía las obras buscando los clasificados del diario y reconociendo títulos que había leído. Entonces cuando me dicen “el FIBA ya no es lo que era” poco puedo decir de eso, soy una espectadora tardía, no sé qué era el FIBA antes de conocerlo. Para mí siempre es una fiesta, la fiesta del teatro, una semana donde la agenda se me colapsa, y le paso mi calendario a distintxs amigxs, y buscamos coincidir como si estuviéramos de viaje haciendo tours por la ciudad. Y observo, me encanta mirar a la gente, ¿quiénes son lxs que están ahí conmigo? En algunas obras, todas caras conocidas, reconozco a la periodista de aquél diario, al espectador intensivo que siempre lleva lápiz y papel para anotar cosas en la obra, a la directora de tal obra, al actor de esa obra que vi hace unos años y me gustó, a la productora de ese espacio, y así. Pero hay otras actividades donde la gente se acerca paseando al perro, donde hay una señora mayor en silla de ruedas y le pide a la chica que la acompaña si se pueden quedar un ratito más, a jóvenes en bicicleta y familias que caminan de la mano. Para mí, caras nuevas. Una de esas personas podría haber sido yo hace unos años y ahí un poco me emociono, porque vengo de la pata de la comunicación y tengo una necesidad enorme de compartir con otrxs. Las caras nuevas siempre me emocionan: llegaste hasta acá, no sabés lo que te espera, se abre un nuevo mundo que te va a encantar. A mí me pasó así, ¿cómo no se lo voy a desear a otrxs?


Volviendo al tema, “el FIBA ya no es lo que era”, ahora es un festival de verano. Sí. Puede que ser que “el FIBA de antes” haya sido distinto pero era un FIBA que fue desconocido para mí hasta que se me ocurrió anotarme a una clase de actuación y un profesor me dijo: “existe el FIBA”. Ahora tal vez haya mucho de kermesse, banderines de colores, show y carteles. Pero si eso es una puerta de entrada para quienes “vieron luz y entraron” a mí me convoca (sí, sigo en primera persona).


Este año pensé que no se iba a hacer el FIBA. Covid, distanciamiento, espacios que necesitan subsidios para subsistir, artistas que ensayan por zoom, bolsones de comida, vacunas al llegar. Pensé que no. Pero sí, llegó con su sistema híbrido y reservas gratuitas 48hs antes (que no fueron 48hs y que a más de unx nos tuvo en guardia haciendo F5 desde el mediodía), mucho streaming, site specific, jardines de museos y esa sensación de apurarnos para llegar.


Viernes 26 de febrero: Comizi d’amore #Buenos Aires

Arranqué el festival con una obra por streaming: Comizi d’amore #BuenosAires. No era por streaming, yo la vi online porque reservar para esta obra era casi imposible, había muy pocos cupos y para poder hacer la experiencia necesitaba ir en auto (yo soy peatona). Esta obra tiene muchas particularidades, en primer lugar es una puesta italiana con artistas argentinos que le ponen el cuerpo, y se gestó vía zoom en tan solo tres semanas. Además, parte del documental Comizi d'amore, de Pier Paolo Pasolini que indaga sobre el amor y la sexualidad. Pero, el dato que más me convocó a mí fue que la puesta estaba pensada con el diseño escenográfico de Emanuele Sinisi con su #PandemicTheatre. Allá por abril/mayo (no recuerdo el mes exacto, perdón) del 2020 Emanuele empezó a compartir unos diseños que un poco trataban de pensar la escena en la distancia y otro poco parodiaba lo que nos estaba tocando vivir. Esos diseños se viralizaron y empezaron a compartirse entre distintos gestores de Argentina y latinoamérica. Así que un día en una reunión entre Alternativa y APPEAE dijimos: ¿por qué no hacemos un foro sobre este tema? Y le escribimos por instagram a ver si quería venir y dijo que sí. Y ese fue el primer foro de debate que armamos que fue como un mimo en plena pandemia, porque pudimos trabajar en equipo, conectarnos con gente desde distintos espacios geográficos y animarnos a pensar y reflexionar sobre los tiempos que nos estaban tocando vivir. ¿Hace falta que explique las ganas que tenía de ir a ver la experiencia? Voy a resumir diciendo que conseguí una amiga que ofreció llevarme en auto pero no conseguí entrada, sí, no hice mi experiencia de #PandemicTheatre pero sí hice mi experiencia híbrida.


La obra era una suerte de biodrama. En la presentación dicen “Podríamos haber sido una gran obra, pero somos una pobre obra pandémica” y es que un poco el trabajo del artista en estos tiempos trabaja con la limitación, y todo se vuelve prueba y error, experimentación, encuentro en el desencuentro. Y podemos relacionarnos a través de cuadraditos de zoom y animarnos a decir “te extraño aunque nunca te he visto” y nos preguntamos qué somos para los demás, cuál es esa normalidad de la que salimos, qué nos pasó en el cuerpo después de un año de aislamiento y qué nos pasa ahora. “El teatro siempre está” dicen al final y yo adhiero en eso, porque como la cultura, se cuela entre las grietas, más allá de definiciones, de afirmaciones o negativas, te puede atravesar el cuerpo desde distintas formas y siempre está, solo hay que buscarlo.


Dejo algunas frases que saqué de la obra y me dejaron pensando:


  • No quiero ser un recuerdo borroso.

  • Hablar de amor para hablar de soledad.

  • Mirar y dejarte mirar.

  • ¿Dónde están los amores perdidos en el cuerpo?

  • No volver a esa normalidad donde es tan cruel crecer.

  • Comunicarnos incluso sin entendernos.


Al final de la obra, en la charla debate, Nicola de Kepler dijo lo siguiente: ¿qué sentido tiene un teatro que quiere recomenzar donde se había quedado como si nada hubiese pasado? Me quedo con eso.


Domingo 28 de febrero: Museo de lo efímero

Hace algunos años vengo siguiendo las obras de Andrea Castelli y sus intervenciones en museos a través de la danza. Primero vi Laberintos y después Barroco en Barracas. Las novias del templo escondido en el marco de Museos en Danza.


En esta oportunidad, Andrea interviene el jardín del Museo de Arte Hispanaoamericano Isaac Fernández Blanco y parte de una premisa: estamos en un museo y no podemos entrar. Así arranca nuestro tour, guiado por Daniela Fiorentino, que irá encontrando libros el el camino y será quien cree el puente entre la danza y algunas reflexiones.


¿Podemos tocarnos a lo lejos? El cuerpo habita un espacio, la naturaleza, habita entre otros cuerpos y sus sentires, el cuerpo deja huellas que tal vez no veas pero que están ahí construyendo este museo efímero, entre el viaje, el deseo, el ritual, el tiempo y el espacio.


El cuerpo, nuestra propia vivencia subjetiva se transforma en un museo, de experiencias, de emociones, de sentimientos, incapturables a veces, efímeros, propios, individuales y colectivos a la vez. Huellas que no se ven, pero están ahí, porque nuestro cuerpo estuvo presente en ese tiempo y espacio, y allí sentimos. Y ese aquí y ahora a veces es también en la distancia.


La obra queda entre registros audiovisuales que son una ínfima parte de lo que allí sucede, en mi memoria, mi cuerpo y mi subjetividad (y en la de lxs otrxs asistentes también) en la emoción de vivir algo que me atraviesa los cinco sentidos y me deja ahí, con los pies fríos, la cabeza en cualquier lado, y después de irme, a las tres cuadras, me doy cuenta que estoy llorando de emoción...


Lunes 1° de marzo: Otros Mundos Posibles

Llegó la hora de los títeres en el Museo Larreta con Lambe Lambe. Nos reciben les guardianes del jardín, cual ninfas blancas que nos dan la bienvenida y nos guían hacia los mundos en miniatura que nos esperan en el laberinto del patio.


Tenemos tres paradas, una historia en miniatura que podemos espiar desde el universo de una caja en cada espacio basados en historias, arte plástico y mitología, amores, sueños, alquimia, naturaleza, feminismo y memoria.


Martes 2 de marzo: Asses Masses

Me anoté y le dije a un amigo: “si hay que jugar yo no juego, no sé jugar juegos”. Mal hecho, como espectadora arrancar con una negativa va en contra de mis principios. Lo admito, mala mía.


Llegamos, una pantalla, un atril y en él, un joystick. Casi como un experimento social, en Asses Masses no había intérpretes, solo la pantalla y un mensaje “necesitamos un avatar” y alguien del público tomó la iniciativa, se paró y se fue al centro de la escena a probar suerte con el control remoto del videojuego en el medio del atril. En resumen, el juego trabajaba de lo siguiente: teníamos que coordinar, liderar y accionar la revolución burro contra la explotación laboral de los humanos.


La “magia” comenzó luego de un rato, cuando después de varios intentos fallidos de jugadores que no tenían mucha experiencia en “el arte del joystick, apareció alguien desde el público que la tenía re clara y empezamos a avanzar y de repente como público nos fuimos metiendo cada vez más en el juego y quien ocupaba el lugar de titiritero virtual en un momento se avivó, se dio vuelta, nos miró y nos preguntó: ¿y ahora cómo seguimos? El juego le preguntaba si el burro debería ayudar a los humanos de un incendio o dejarlos que se quemen. Y ahí comenzaron los gritos: “quemalos por explotadores” gritó alguien. A partir de ahí la participación se hizo colectiva, se escuchaban gritos, aplausos y algún: “acordate de doblar a la izquierda que a la derecha el puente está roto” y en ese momento cuando estaba sucediendo el hecho teatral en eso que muchos podrían afirmar que “no es teatro” se cortó la transmisión y apareció el cartel de “problemas técnicos” que ya no fueron parte de la función sino problemas reales que no permitieron continuar el relato (al menos no en la siguiente media hora) y sí, el teatro tiene eso, todo puede fallar en cualquier momento y eso le da un algo que lo hace especial.


Miércoles 3 de marzo: Proyecto Zip

Una experiencia a través de una app. Casi como una galería de arte contemporáneo, con texto curatorial que nos adentra en las distintas propuestas. La casa, sus rincones, los árboles, los recuerdos. Cada propuesta anclada en el texto y su universo sonoro nos lleva por distintos lugares, con instrucciones y el lugar para que nos lleve la imaginación.


Jueves 4 de marzo: Jardín Sonoro II

Hace unos años fui a Jardín Sonoro I y lo disfruté un montón, relatos en formato audio mientras recorremos el Jardín Botánico de Buenos Aires. En esta oportunidad llegó la segunda edición: Jardín Sonoro II, siempre con dramaturgas y actrices. Pocas cosas me gustan más que la ciudad intervenida con historias...


Viernes 5 de marzo: Tesora, nada permanece igual en el tiempo

Llegó el momento del Sívori con Tesora, una obra de danza y poesía. No voy a mentir, el espacio no ayudaba al disfrute, mucho sucedía en el piso y entre banquetas si te tocaba sentarte al final (como a mí) no se podía ver todo lo que sucedía.


Sábado 6 de marzo: Boom Chapadama

El anteúltimo día del FIBA pude hacer mi experiencia #PandemicTheatre (sí, conseguí que me lleven con un auto y pude hacer F5 a tiempo para sacar mi entrada). Boom Chapadama, una “experiencia colectiva que apuntaba a despertar los sentidos y recordarnos que somos ritmo, tribu y puro sentir”, definen en su presentación.


Estaba bien armado y pensado de modo circular para que podamos disfrutarlo desde el auto pero, ¿para qué mentir?, hubiese preferido verlo fuera del auto y bailar, que el ritmo me atraviese el cuerpo y hacerlo acción. A veces con tocar la bocina y aplaudir a través de la ventanilla no alcanza, hay que moverse y estar. La buena noticia es que siguen haciendo funciones y podés verlo sin tener el cuerpo quiero adentro de un auto :)


“La solución estará escondida en la resignificación, la reutilización y el reciclado de los objetos, y en lo que estos seres descubren que pueden hacer juntxs: ¡música!”.



Domingo 7 de marzo: Para decir adiós

Se terminó el FIBA con una despedida.⁣ Mi última obra fue Para Decir Adiós, caminé hasta mi lugar preferido de la cuarentena, el lago de Regatas y me encontré con un montón de globos blancos flotando. Me dieron una bolsita, unos auriculares y mi globo. Y así, en grupo, empezamos a caminar. La gente nos miraba, nadie entendía muy bien qué era todo eso pero sus caras decían que querían participar. Audios de despedida, eso que no decimos, que se nos queda en el medio del pecho antes del final, o que simplemente no tuvimos la posibilidad de decir porque la despedida a veces la hacemos solxs, de forma repentina y la procesamos como podemos. Mientras caminamos, miramos, escuchamos, también nos acompañamos. Este duelo lo estamos viviendo juntxs y se siente bien. ⁣⁣

Hay una invitación, a dejar por escrito eso que no pudimos decir, y las palabras fluyen en ese papel prestado y nos las sacamos del pecho porque sabemos que las tenemos que dejar ir. Nos paramos y seguimos. Paso lento, respetuoso, contemplativo. Es un duelo en su instancia final así que atamos nuestra carta al globo y la cuidamos, sabemos que pronto va a llegar el momento de soltar. ⁣⁣

La ciudad es nuestro escenario y esta vez lxs intérpretes somos nosotrxs, no yo, no vos, nosotrxs, en colectivo pero con sentires individuales.⁣⁣

Calles nos separan del lago y de repente cae la tarde, se hace la noche y miramos el río. Me da un poco de miedo, es oscuro, no sé qué hay detrás, es inmenso, es abrumador y silencioso, ¿puede algo que te da miedo también darte paz? Perdón, esto no pretende ser una reseña, soy yo reflexionando desde mi absoluta subjetividad. Llegó la hora de soltar y el cielo es testigo de nuestras despedidas que flotan en siluetas blancas, juntas.⁣

Me despedí, con la ciudad como escenario, las artes escénicas y mi lugar de espectadora como lugar de contención, entre otrxs desconocidos y compañerxs a la vez, me dejé llevar y terminé acá, tratando de capturar algo de ese instante incapturable que se alejaba mientras iba sucediendo, tratando de compartir con vos también y que sientas por un instante, entre estas líneas, que también estabas ahí. ⁣


Fin, hasta el año que viene.

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