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Mundo Títere Fest 2021. Por Mónica Berman




Segunda edición de un Festival profundamente particular. Pero no porque sea un “mundo títere”. Es probable que sean muchos los factores que se entraman para convertirlo en un evento tan especial.

Durante cuatro días, del 4 al 7 de noviembre, Villa Ballester (y algo más, ya vamos) se vistió de festival.

En general, los festivales suelen tener una inscripción territorial. Es el “Festival de tal lugar” porque se asientan en un espacio que excede ampliamente la cuestión de lo geográfico y se sostiene en el ámbito de lo simbólico.

Mundo Títere Fest tiene como rasgo específico el deseo de ampliar tanto el espacio geográfico como el simbólico, en una búsqueda de inclusión en muchos aspectos.

No es extraño que haya límites marcados por una frontera invisible que inhabilita el paso de un lugar a otro (una avenida, una vía, en fin) no es la imposibilidad física de cruzar sino la censura del verosímil: alcanza con sentir que ese sitio no me pertenece para no ir a habitarlo, a visitarlo, a vivenciarlo. Y de ninguna manera alcanza la palabra que invita. Es mucho más profundo, menos evidente.

Este festival tiene como uno de sus objetivos ampliar la frontera, desdibujarla… pero primero tuvo que pensarla. Porque si no se tiene en cuenta que ese límite existe de hecho, no puede hacerse nada a favor de desarmarlo.

Unas líneas más arriba mencionaba la palabra “inclusión”. Acá además tuvo otra forma, potente, alucinante, con apariencia de sirena. Volveré más adelante.

Digamos que esto descripto puede ser una carta de intenciones. Cuyas consecuencias habrá que comprobar en relación al largo plazo (a corto plazo es fácil de reconstruir: las sonrisas, los aplausos, los gestos de sorpresa)

Pero además el festival – y ahí sí, es un rasgo que coincide con otros festivales en donde los titiriteros dicen presente- conjuga a un colectivo de artistas de diversos lugares- entendido en términos locativos y estéticos- pero también con procedimientos expresivos y de manipulación divergentes. Como si fuera poco, hubo presentaciones virtuales.

Un festival diseminado en plazas, escuelas, veredas, Centro Cultural Espacios. Un festival que sale al encuentro de sus públicos (y en simultáneo a construirlos) y que también invita a sentarse en una sala. En más de una ocasión la misma propuesta artística visitó espacios diferentes.


Imposible dar cuenta de todo el festival porque todavía no manejo la ubicuidad. Pero- aun a riesgo de lo perdido- quiero poner en subrayado Mi barrio Fantástico.

Una cuadra ¿cuántos mundos caben en una cuadra? A juzgar por esa experiencia, muchísimos. Distribuidos de una punta a la otra, unos círculos de espectadores rodeaban diversas propuestas. Algunas con relato, otras puro goce estético de las imágenes, otras invitación a asomar el ojo por la cerradura de un Lambe Lambe, más allá un taller para pintar, en la puerta del Centro Cultural Espacios, una orquesta, un coro, una presentadora…

Nos habían pedido que estuviéramos atentos a abrir el espacio para dejar pasar cuando fuera solicitado. Nos sorprendieron Las Amalas desde Lincoln abriéndose paso con la sorpresa y la potencia del desfile. También el dragón de La Faranda, antecedido por el fuego (impactante recorrido de esos que solo pueden darse al aire libre) y luego, los dos “personajes” construidos para la ocasión de Mi barrio fantástico: un caballo blanco, con alas, con un movimiento que conquistó a todos en su recorrido, los chicos estiraban las manitos para acariciarlo y la cabeza del Pegaso se agachaba para estar a su altura. Las caritas, imborrables.

Por último, pero solo en el orden de mi crónica, la sirena. Alejandra Farley que junto con Juan Manuel Benbassat crearon estas dos criaturas fantásticas- caballo alado y sirena- afirmó de Omar Álvarez, alma mater (sí, mater) del Festival “Me gusta subirme a sus sueños” y se ve que allá fueron.

Chipotle teatro, las artistas mexicanas, tienen una obra que se llama Como pez en el agua, en la cual señalan que quienes no pueden caminar en la tierra se manejan como si no tuvieran dificultades en el agua… en eso pensaba cuando miraba desplazarse a la sirena por el aire sostenida maravillosamente por la Cía. La Desmesura y habilitando el paso la Compañía D Zoquetes con sus barquitos y sus remos.

Uno puede pensar metafóricamente el festival como este barrio fantástico. Un conjunto lleno de belleza, trabajo colectivo, creatividad, inclusión en diversos aspectos, en fin, esto es un “recién comienza."



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